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¿Cuál es la clave de la felicidad?

Nos pasamos la mayoría del tiempo de nuestra vida buscando la felicidad, algo que a fin de cuentas creamos nosotros mismos, y que tenemos mucho más cerca de lo que nos pensamos.

Tan solo hay que mirar en nuestro interior y dejar que todo fluya. Tan solo tenemos que dejarnos llevar por la vida y buscar la parte positiva a todo lo que nos rodea porque uno debe estar seguro de que existe. Tan solo debemos dejar las lamentaciones para otro momento, o si nos apuramos, quizás para otra vida.

Pero la pregunta que nos invade es si sabemos cuál es el secreto verdadero para que todo esto funcione. Pues sí, es una simple risa. Da igual el tamaño. Puede ser una sonrisa tímida de medio lado o una carcajada incontrolable, pero al fin y al cabo, una risa. Y es que esta, a pesar de que no necesita receta de ningún médico ni se compra en ninguna farmacia, se trata de una de las mejores medicinas para nuestro cuerpo.

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La prueba de todo esto es que cada vez es mayor la demanda para inscribirse en los modernos talleres de risoterapia donde se ayuda a dejar los miedos y preocupaciones lejos de nosotros mismos.

Aunque no nos demos cuenta, la risa posee un montón de beneficios. Nos libera las endorfinas, es decir, nos libera del estrés que tantas veces nos acompaña en nuestra rutina; nos alivia de la ansiedad expandiendo nuestros pulmones a la vez que los músculos de todo nuestro cuerpo se relajan liberando la tensión acumulada; y sobre todo, nos ayuda a ser más positivos en nuestro día a día.

Así que olvidemos de buscar en cosas materiales la felicidad y dediquémonos a sonreirle a la vida, contagiemos nuestra felicidad a los que nos rodean y dejemos que salgan esas arrugas tan bonitas alrededor de nuestros labios, porque esas, nunca deberían de desaparecer, esas son el reflejo de que todo va a ir bien.


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La música y la solidaridad

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No hay nada como sentirse a gusto con nosotros mismos, saber que los actos y decisiones que tomamos cada día repercuten de una manera u otra en el bienestar social, que nos “portamos bien” con el mundo y que realmente luchamos con todas nuestras fuerzas por vivir en un entorno donde las desigualdades no se miden ni por kilómetros ni por sexo, donde da igual la edad que tengamos que la justicia es la misma, donde eso de clasificar “los mundos” como si fuese una carrera económica ya queda obsoleto. Es idílico, ¿verdad?

Pues realmente, la base de todo esto se encuentra en la felicidad, ya que en el fondo es lo que mueve el planeta, es decir, los sentimientos. Es la ira, la ambición, el egoísmo, la tristeza y la envidia los que hacen que el mundo se mueva en dirección contraria, y en cambio, es la felicidad, la sabiduría, la actitud solícita, el amor y cariño los que hacen que todo fluya en la dirección correcta.

Todas las luchas que se han hecho a lo largo de la historia partían de un sentimiento comunitario. Cada uno de nosotros tenemos una lucha personal con nosotros mismos a distintos niveles, pero al fin y al cabo, el ser humano huye por naturaleza de los problemas, quebraderos de cabeza e inestabilidad. Todos queremos un mundo donde reine la paz, la igualdad y el bienestar social.

Un estudio dirigido por la Universidad de Victoria en Australia afirmó que las personas que asisten regularmente a conciertos se sienten más felices que aquellas que no lo hacen.

Profundizando un poco más, la música juega en nuestro cerebro a modo de regulador emocional. No hay más que ver cómo puede llegar a influir en nosotros las diferentes canciones o tipos de música que escuchamos al cabo del día.

En este estudio, además, se llegó a la conclusión de que es el aspecto comunitario, es decir, compartir la música con más gente, lo que le da fuerza a ese bienestar social.

Ahora pensemos una cosa, ¿qué niveles podríamos alcanzar si nos acostumbraremos a fusionar la música que tanto nos gusta con las ganas de luchar y ayudar a gente que tanto nos necesita?


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¿Qué nos aporta la música?

La música, que escuchamos cada día desde que nos encontramos en este mundo, forma la banda sonora de nuestra vida. Está presente desde unos meses antes de que podamos respirar el aire de nuestro planeta o vislumbrar un ápice de luz. Crea relaciones emocionales irrompibles entre el propio feto y sus progenitores, que inconscientemente desarrolla sus gustos y aficiones musicales mucho antes de ser influenciado por la comunidad. Nos acompaña día a día. Nos ayuda a identificarnos, a relajarnos y a desconectar.

Gracias a la música, avanzamos como personas, evolucionamos cultural y emocionalmente, e incluso, cuando no nos damos cuenta, esta ejerce de ángel de la guarda para que podamos llegar a ser quienes somos cuando todo se acaba. Nos impulsa, nos da fuerza, nos abraza, nos acuna y nos enseña.

La música está en los buenos y en los malos momentos, en las fechas más señaladas o en los días más vacíos. Además, cuando el aburrimiento se apodera de nosotros, y no tenemos nada más que aportar al mundo, muchas veces nos adormece y otras cuantas nos despierta; al fin y al cabo es lo primero que escuchamos cuando Morfeo nos libera.

La música forma nuestra propia identidad individual, como si de la huella dactilar se tratase, pero también forma nuestra identidad social y universal como seres humanos que somos, ya que nos ayuda a comunicarnos entre nosotros, no solo con los de nuestra misma especie, sino entre todos los seres vivos.

La música es pura comunicación, es trasmitir, es vida. Es libertad de expresión incluso en tiempos en los que estaba prohibida, es protesta, declaración de amor, y llamamiento a las altas esferas.

La música es pura felicidad, pura dopamina, y un simple puente para dejas atrás las tristezas, es la mano que pasa por tu espalda diciéndote que “todo está bien” y la mano que agarra con fuerza la tuya para decirte que “estás preparado para comerte el mundo”.

Es el cartel de bienvenida de los grandes momentos.